Paul Krugman


A este hombre le conocí yo en Kiel, Alemania. Me dio clase de economía internacional. Mediocre clase, mediocre profesor. Eso sí, muy empeñado en escribir artículos y libros tratando siempre de lo mismo. Repitiendose. Camaleónico. No es liberal. Se declara de izquierdas cuando le interesa y liberal cuando le viene mejor. Y con una visión muy pobre de la economía. En fin, este señor es el triunfo de la mediocridad.

Como no debe tener mucha audiencia allí en su país, se dedica a tratar de los problemas de otros países, entre ellos España, como si supiera de lo que habla. Y es que de economía sabe lo justito.

En la primera mitad de este año se empeñó en decir que en España había que bajar los salarios, ya que nuestra crisis no se resolvería hasta que fuéramos más competitivos. Mmmm, claro, como estamos padeciendo una crisis de capacidad de compra -pues cada vez un porcentaje mayor de los ciudadanos de este país tenemos muchas dificultades para llegar a final de mes-, lo mejor que se puede hacer es reducir ahora los salarios para reducir aún más la capacidad de compra y así terminar de arruinar la poca demanda interior que nos queda.

Si Paul se preocupara un poco de estudiar antes de hablar, sabría que el crecimiento de nuestra economía en los años anteriores al 2007 se debió sobremanera a la pujanza de la demanda interna. Varias generaciones enteras que se habían quedado sin poder adquirir vivienda por la obra y gracia de una generación de políticos inútiles, estaban intentando adquirirla a partir de 1996 cuando la inflación y los tipos de interés más bajos ayudaron a crear empleo más estable. Ver la entrada de mi blog sobre ‘Esta crisis que nadie entiende’.

Ahora va y nos suelta que España es prisionera del Euro –http://www.nytimes.com/2010/11/29/opinion/29krugman.html?_r=1&partner=rssnyt&emc=rss– y se queda tan ancho. De nuevo, si este señor se dedicara a pensar un poco antes de escribir, vería que no puede decir estas cosas sin que a los que nos gusta la economía le tomemos por un cantamañanas.

Si algo hizo bien España en los años noventa del siglo pasado fue unirse a la eurozona. Nuestra historia reciente está llena de errores garrafales de política monetaria y la única manera de evitar que nuestros gobernantes siguieran metiendo la pata era delegar esta autoridad en un banco central a nivel europeo que tuviera algo más de experiencia y fuera algo más independiente de los intereses partidistas de cada momento.

Basta recordar el proceso inflacionario que la alegre inyección monetaria de principios de los años setenta nos trajo y lo que nos costó recuperar tasas de inflación razonables. Quién no se acuerda de la tan manida inflación estructural que tantos años de políticas de rentas y de paro costó controlar. Además, en los años ochenta nuestros gestores de política económica se dedicaron a jugar al ‘stop and go’ -inyección monetaria primero y luego contracción monetaria cuando se disparaba la inflación- dejando nuestra economía llena de unas incertidumbres que paralizaron la inversión empresarial durante otros cuantos años.

Para colmo, en 1992 no se les ocurrió otra genialidad que provocar una tasa de crecimiento de la cantidad de dinero en circulación -M2- negativa creando una de las recesiones peores que se recuerdan en nuestro país. En el año 1995 nuestro estado estuvo al borde de la suspensión de pagos. Otra vez. Que pronto se nos olvidan todas las tan dañinas suspensiones de pagos -y son unas cuantas- de nuestra historia.

Como se comprenderá, yo salté de alegría cuando, tras un muy difícil ajuste, España consiguió entrar en la primera fila de países que adoptaban el Euro.

Asi que, Paul, España no es prisionera del Euro, sino que, gracias al Euro, España no se ha hundido como podría habernos pasado con un gobierno tan intervencionista como el del señor Zapatero que hubiera hecho lo imposible para que el Banco Central -ver mi trabajo de doctorado adjuntado en HEME sobre la Independencia del Banco de España en la UEM- emitiera dinero para comprarle más deuda con la que hubieran pretendido salir de la crisis. Ahora sale Felípe González aconsejando/sugiriendo que haga algo similar el BCE. Como si no tuviéramos de referente cercano a Argentina para entender lo que una política monetaria equivocada puede hacerle a un país.

Y es que la nuestra no es una crisis de competitividad. Nuestros salarios son muy bajos comparados con los países que son nuestros principales clientes. Nuestros productos no tienen porqué competir con los made in china. La nuestra es una crisis de capacidad de compra a la que se la ha superpuesto la crisis de las hipotecas basura norteamericana. Y lo que tenemos que hacer, si no queremos que el problema se agrave amenazando, ahora sí, a todo el sistema bancario con los nuevos impagos de las hipotecas, es recuperarla antes de pensar en ninguna reforma laboral, en ajustes de las pensiones o en reducciones de salarios de empleados públicos.

Y que conste que hay reformas que son muy necesarias, pero bien pensadas y en su momento.

Autor: Rafael Hernández Núñez

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